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El valor de un pedo

Publicado: 2012-09-13

Una brisa cálida siempre llega por momentos en toda relación, como un vals que te eleva y te llena de ilusiones, te mueves a su ritmo y de alguna manera su felicidad te embriaga. Pero el viento del que trataremos ahora es otro muy distinto.

Esta va para mi principito, mi eterno amor.

En la tierra de nuestros ancestros se hallaba nuestro pequeño príncipe de los sueños y el amor -hasta ese momento- de su vida. La noche los abrigaba y sus cuerpos estaban tan juntos y entre ellos tanta dulzura que uno podría fácilmente empalagarse. Ellos contaban estrellas, el río narraba historias y la luna era testigo de ese encuentro.

Ella estaba tan dichosa de su compañía, sentía que su amor crecía en su interior hasta casi el punto de estallar. Y de alguna manera lo hizo. Mi pequeño príncipe la abrazaba y se pegaba a la espalda de su amada. De pronto, en medio de tanto idilio se escuchó un “prrp” acompañado de un viento caliente.

¿Se había tirado un pedo?¿Su bella perfecta había dejado escapar un gas?¿Justo en su pierna?

El romance se había terminado, el viaje había llegado a su fin, la luna estaba roja de la vergüenza, mi principito le hacía la competencia de lo irritado que estaba. El río intentó hacerse cómplice y sonar más fuerte que sus gritos de horror.

No, el manual del romance no contempla este hecho como un acontecimiento importante. Desde mi punto de vista, sin embargo, marca un hito en toda relación.

Ese gas -dicho así suena feo- da la bienvenida a una relación más íntima. Pero eso no entendió mi principito cuando nos dispusimos a sacar conclusiones. Le molestaba tanto haber sentido ese viento caliente en su pierna que no interpretó ese gesto como algo positivo.

Cuando uno se tira un pedo, lo que hace en realidad es aterrizar el idilio en la realidad y convertir el manojo de ilusiones en una relación de verdad.

Veamos, cuando uno se casa con alguien y duermen en la misma cama es inevitable que un gas fugue del interior de nuestros cuerpos al interior de las sábanas. Entonces, ¿por qué nos sorprende que una pareja que decide viajar junta y compartir sus noches pueda dejar escapar un pedito inocente?

Y allí vienen dos clases, los sonoros y los calientitos. Los primeros causan gracia y hasta divierte a una pareja. Los segundos vienen cargados de un intenso aroma a la comida preferida de la noche anterior. Este fue del tipo del cual mi principito enojado hacía alarde. La tipeja se había tirado un pedo oloroso en su pierna y mi amigo tenía miedo de que tuvieran que amputársela.

Yo, con ojos llorosos -por la risa- veía a mi principillo con ternura. ¿Será que nunca podría ver esa flatulencia sin la rabia actual y mas bien interpretarla como muestra de un compartir más íntimo?

El pedo convirtió eso en un campo de batalla, donde los gases eran el arma de moda. Yo seguía en territorio neutro sin entender la gravedad del asunto.

En fin, aquí les dejo una canción para que disfruten.


Escrito por

Ingrid Soria

intensamente loca o locamente intensa


Publicado en

Los Monólogos de la Flaquita

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